Cuando comencé a darme cuenta de que mi esposo tenía un problema con el alcohol, discutía con él y lloraba todo el tiempo. Mis emociones eran simplemente incontrolables. Mis hijos se dieron cuenta antes que yo del hecho de que él bebía todos los días. Todo comenzó cuando se jubiló. Estaba deprimido y solo, y bebía.

Había oído hablar de Al‑Anon y finalmente decidí intentar asistir a algunas reuniones. Encontré una que me gustó mucho y me quedé. Todo el mundo parecía tan amable y feliz. Probablemente lloré en todas las reuniones durante los primeros dos meses. La gente me decía: «Sigue viniendo». Luego llegó el COVID-19 y no hubo más reuniones presenciales cerca de mí. Un miembro de Al‑Anon me preguntó si quería intentar con las reuniones electrónicas y he estado yendo desde entonces. Ha pasado más de un año.

Es maravilloso asistir a estas reuniones y escuchar los pensamientos e ideas de todos. Hablar con otras personas sobre la enfermedad familiar del alcoholismo realmente ha ampliado mi perspectiva sobre la enfermedad y me siento muy cómoda con este increíble grupo de personas. El nuestro es un grupo bien organizado y positivo. Incluso comencé a ofrecerme como voluntaria: como tesorera, coordinadora de reuniones y anfitriona. Soy algo introvertida, por lo que el voluntariado me ha ayudado a conectarme mejor con la gente.

Hoy en día, nuestro hogar es mucho más relajado y tranquilo. Usar los lemas y leer la literatura me ha animado a seguir amando al alcohólico, con desapego. Disfruto de las cosas simples de la vida: la observación de aves, las puestas de sol, la jardinería y las caminatas diarias. Al‑Anon me ha dado una actitud tan positiva. Oro la Oración de la Serenidad todas las noches antes de irme a dormir. También disfruto leyendo los libros de lecturas diarias todas las noches. Pienso que voy a leer una página, y termino leyendo cinco o seis páginas. Todavía tengo dificultades todos los días, pero ahora tengo más días felices que días tristes.

Por Anónimo

The Forum, enero de 2022

 

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