Llegué a Al‑Anon por primera vez porque me sentía sin esperanza. Había tratado arreglar a mi madre alcohólica por todos los medios, pero ninguno funcionó. Cada noche había una pelea distinta que terminaba en exactamente la misma derrota que la discusión anterior. Tuve que tocar fondo —el sentimiento más absoluto de desesperanza— para llegar a Al‑Anon.
Una vez llegué aquí, me di cuenta de lo que estaba haciendo mal. No podía encontrar una solución mágica para arreglar a mi mamá porque no existía ninguna. En vez de ello, aprendí que tenía que encontrar, por mí misma, mi propia recuperación y mi propio camino hacia las soluciones. Saber esto me alentó a regresar a Al‑Anon y, desde entonces, me he integrado a mi grupo. Jamás me había sentido tan acogida. Conocer a personas que tienen situaciones tan irremediables como la mía y compartir historias de recuperación con ellos constantemente me da esperanza cuando antes parecía que ya no quedaba esperanza.
Por Leah G., Washington
Al-Anon se enfrenta al alcoholismo 2019