Hace algunos años, finalmente di el paso de entrar a la oficina de un consejero para el problema de las drogas y el alcohol. Para cuando llegué a esa oficina, sentía que intentaba respirar mientras me ahogaba en un bote de remos atrapado en oleajes de 40 pies de altura. Necesitaba un salvavidas desesperadamente. Estaba exhausta y quería arreglar el problema de alcoholismo de otro. También quería sacarme los nudos de estómago y quería lanzar al miedo fuera de mi vida. Había intentado todo lo que se me había ocurrido. Estaba muy segura, incluso en ese entonces, de que era una enfermedad, no una pobre elección moral. No me gustaba cómo esta enfermedad me estaba afectando. Estaba destruyendo todo lo bueno y lo alentador en el libreto que había escrito para mi vida.
Tras varios minutos de sesión, el consejero me preguntó por qué yo estaba allí. No quería sonar como si hubiese estado completamente desinformada acerca de la enfermedad de alcoholismo. Así que le respondí diciendo: «Quiero saber cómo puedo navegar mejor en medio del alcoholismo activo». Yo no salí de inmediato a decir que quería arreglar a alguien más, aunque eso era cierto. En vez de ello, dije que quería arreglarme a mí.
Recuerdo la sonrisa de compasión de aquel profesional. Me sentí segura. Cuando miro en retrospectiva, ahora estoy segura de que esa persona probablemente escuchó a otros como yo elaborar una razón para estar allí que era similar a la mía. Y entonces escuché lo que esperaba escuchar: «Estoy feliz de verte, feliz de ayudarte, y ayudarte a aprender nuevas formas de pensar y actuar para que puedas comenzar a recuperarte. También te plantearé que asistas a Al-Anon». Y así lo hice. Confié y me uní a Al-Anon temblando y llena de miedo. Estaré siempre agradecida.
Por Linda S.
The Forum, julio de 2019