Cuando yo crecía, siempre supe que algo no estaba bien en mi hogar, pero nunca pude encontrar las respuestas correctas. Traté de encontrarle sentido a la locura, siempre en vano. Recuerdo que confié en una amiga un día en la escuela secundaria, y ella me dijo que simplemente mantuviera la cabeza erguida y actuara como si nada estuviera mal; nadie lo sabría. Ella también crecía en un hogar alcohólico.
Más adelante en la vida, mi hijo se dedicó a beber descontroladamente. Le pusieron cargos por segunda vez por conducir bajo la influencia antes de que finalmente ingresara a tratamiento para el alcoholismo. Como parte de su programa, tuve que asistir a dos reuniones de Al‑Anon todas las semanas. Me sentía muy agradecida de que él estuviera recibiendo ayuda, y yo quería apoyarlo todo lo que pudiera. He estado asistiendo a Al‑Anon durante tres años, normalmente al menos a dos reuniones por semana.
Al principio tuve mucho miedo, lo cual otros miembros decían que era normal. Escuché sobre todo al comienzo, pero cuando empecé a aprender el programa de Al‑Anon, me di cuenta de que yo también tenía experiencias valiosas para compartir. Mediante el proceso de práctica de los Doce Pasos de Al‑Anon, he recibido mucha paz en mi vida. Estoy aprendiendo, un día a la vez, a mantener mi serenidad, incluso en medio de una tormenta. Tengo un grupo base en Al‑Anon y muchos amigos nuevos a quienes espero ansiosamente ver todas las semanas. Entre nosotros, compartimos nuestras alegrías y nuestras tristezas.
Tengo una Madrina de Al‑Anon. Coordino reuniones, y dentro de poco representaré a mi grupo local a nivel del Distrito. Creo que hay algo mágico en cuanto a estas reuniones. Al compartir, poco a poco, nos aliviamos. Sigo viniendo a las reuniones, ya que no me puedo imaginar mi vida sin mis maravillosos amigos de Al‑Anon.
Kelly C. – Luisiana
Al‑Anon se enfrenta al alcoholismo 2018