La primera vez que oí hablar de Al‑Anon fue cuando el psiquiatra que trata a la persona alcohólica que forma parte de mi vida y yo nos conocimos. Nos presentaron, y me señaló con el dedo y me dijo: «Tienes que ir a Al‑Anon».
Me enojé tanto que me puse intensamente pálido. ¿Cómo se atreve este hombre a decirme lo que tengo que hacer? ¿Cómo se atreve a imponerme tal cosa? ¿Por qué tendría yo que ir a Al‑Anon? Ni siquiera consumía alcohol.
Al día siguiente hablé con nuestra terapeuta de pareja. Le dije lo que el hombre que me señaló con el dedo me había dicho. Su respuesta fue: «Usted no tiene que ir a Al‑Anon si no quiere». Más tarde, me di cuenta de que ir a Al‑Anon o no era decisión mía. Al día siguiente, estaba yo en una reunión de Al‑Anon.
Pensé que iba a una sala de clases, donde me darían libros de texto y exámenes de comprobación, y me harían preguntas. En su lugar, encontré una sala llena de personas con el mismo problema: una persona alcohólica en su vida. Estas personas amables me recibieron con gusto, me acogieron y me aseguraron que estaba en el lugar correcto. No tenía idea de que había un mundo entero lleno de gente como yo. Ya no estaba solo. Mediante las reuniones de Al‑Anon y la literatura, he encontrado diferentes maneras de salir adelante.
Por Donald C. – Texas
Al-Anon se enfrenta al alcoholismo 2017