Cuando un diagnóstico confirmó que mi padre era alcohólico, él se fue a un centro de rehabilitación y nosotras, sus familiares —mi madre, mi hermana y yo— recibimos una invitación para intentar asistir a las reuniones locales de Al‑Anon.
Tras entrar a nuestra primera reunión de Al‑Anon, sentarnos y escuchar los Doce Pasos, me sobrecogió un sentido de paz y calma. De inmediato supe que yo necesitaba estar en estas reuniones y en este programa. Asistí a tantas reuniones como pude, aunque no hablé durante muchas semanas.
Me sentía tan conmovida que lloré, temblé y me dio dolor de estómago. Nunca antes había escuchado a otras personas hablar sobre la situación de alcoholismo en sus hogares, o de los sentimientos que habían experimentado. Cuando yo me criaba, siempre creí que el alcoholismo era un secreto terrible que debía guardar. Durante mi niñez, sentí miedo, confusión y vergüenza por las cosas que ocurrían en mi hogar.
Fue un gran alivio reconocer, a través de Al‑Anon, estos sentimientos por lo que eran y trabajar con ellos tras escuchar cómo otras personas que tenían circunstancias similares compartían de manera tan abierta. ¡Siento como si fuera a regresar a Al‑Anon para siempre!
Por Tammie McL.
Al-Anon se enfrenta al alcoholismo 2019