Como recién llegada a Al‑Anon, pasaron varios meses antes de que pudiera compartir las partes más dolorosas de mi pasado: las cosas que me habían sucedido y los errores que había cometido.
Debido a que me crie en un hogar alcohólico, aprendí a reprimir mis sentimientos, a aislarme y a desconectarme emocionalmente. Esas fueron las maneras en las que aprendí a sobrevivir. No quería sentir esos sentimientos. La culpa, la vergüenza y las dudas sobre mí misma fueron igualmente responsables de destrozar mi felicidad, generar malestar y sabotear mi capacidad de amarme a mí misma.
El trabajar y practicar los Pasos me permitió ver algunas realidades difíciles que necesitaba aceptar para poder seguir adelante. Aprendí que tenía una enfermedad tan astuta, desconcertante y poderosa como los bebedores problemáticos en mi vida. Me escondía. Fingía. Me mentía una y otra vez.
En las reuniones, otros miembros sugirieron que siguiera viniendo. Escuchaba frases como «No te vayas antes de que obtengas tu milagro» y «Funciona si trabajas el programa». Encontré estas sugerencias inspiradoras, por lo que seguí viniendo. Al elegir ser honesta, de mente abierta y estar dispuesta, descubrí que los principios espirituales de Al‑Anon me ayudan continuamente a aceptar, perdonar y amarme a mí misma y a los demás. Me ayudan a ser la mejor versión de mí misma que puedo ser.
Gracias a que practico esta hermosa forma de vivir, ahora sé que hay fortaleza en ser vulnerable y que las lágrimas son valientes, hermosas y sanadoras. Compartir mi historia me ha encaminado hacia la paz interior y la satisfacción, así como hacia el crecimiento espiritual continuo. Hoy elijo vivir con emociones saludables, feliz y libre.
Por Rosemary B., Arizona
The Forum, noviembre de 2021
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