Cuando vine a Al-Anon, no tenía fe ni en mí misma ni en un Poder Superior.
Algunas personas utilizaban la fe como una forma de evitar pensar profundamente acerca de las circunstancias. Eso no tenía sentido para mí. Otras vieron la fe como una especie de aceptación. De manera extraña, eso sí tuvo sentido. Algunos se referían a la fe como una experiencia mística, casi mágica, en la que se ve y se acepta una realidad más grande sin entenderlo. Una vez más, eso tuvo algún sentido para mí al principio de mi programa.
Cuando realmente entendí el programa, empecé a pensar profundamente sobre las cuestiones de fe; ninguna de las definiciones ni explicaciones que había escuchado parecían completas.
Cuando vine a Al-Anon, me parecía que si había un Dios, entonces Él era una entidad indiferente, sin conexión a la vida como yo la conocía. Más bien, el caos y la suerte gobernaban mi mundo. Me sentía a merced del destino. Desde ese momento me di cuenta de que mi Poder Superior no me había abandonado como yo lo pensaba. Fue todo lo contrario.
Los Pasos Tercero y Undécimo me ayudaron a entender que mis expectativas me limitaban y hacían que la vida pareciera muy caótica. Fui capaz de mirar hacia el pasado y ver las muchas maneras en que mi Poder Superior ha actuado en mi favor y ha guiado mi vida, aun cuando yo no podía ver ni entender esa guía. Poco a poco, recuperé mi fe en un Poder superior a mí.
Hoy me doy cuenta de que no se trata de mí. La bebida de mis alcohólicos y otros problemas son de ellos. He aprendido que mi Poder Superior puede hacer ―y hará― por mí lo que no puedo hacer por mí mismo. He desarrollado una estrecha relación personal con mi Poder Superior. Ahora puedo pedir ayuda cuando la necesito y confiarle las cosas a mi Poder Superior, sin tomarlas de regreso para hacerlas a mi voluntad. He aprendido que tengo que estar listo para hacer el trabajo físico que mi Poder Superior tiene en mente que yo haga.
Sé con certeza que mi Poder Superior obra en mi vida. Sin embargo, mi relación personal con mi Poder Superior es tal que, si bien puedo aceptar las cosas y las personas como son, no tengo que dejar de hacer preguntas y tratar de entender. Por el contrario, me he dado cuenta de que esto es parte de mi creciente fe.
Llego a conocerme mejor y a entender el plan de mi Poder Superior. En resumen, es mi fe cada vez más profunda lo que me permite estar cómodo en mi propia piel, para mostrar la compasión sincera y para servirles a los demás.
Quizás mi vida en Al-Anon no sea un modelo perfecto, pero sigo creciendo porque tengo fe en mi Poder Superior, en mi programa y en la gente en la hermandad.
Por Bill D., Arkansas