Antes de llegar a Al‑Anon, vivía con mucho miedo. Algunas veces me apagaba cuando una situación me hacía sentir incómoda y otras veces arremetía como si estuviera defendiendo mi vida. Era como si me fuera a asegurar de que los demás supieran que yo era poderosa y que no iba a permitir que me maltrataran. Tenía mucha ira y tristeza, mucho miedo y desesperanza. ¿Y a quién le puedo decir? ¿Cómo podría explicar mis sentimientos? ¿Acaso estaba loca? ¿Qué me pasaba? Me sentía muy victimizada. Habían sucedido tantas cosas en los últimos 27 años, y realmente no sabía por dónde empezar.
Todos en Al‑Anon sabían por lo que yo estaba pasando. Estaban experimentando, o habían experimentado, lo que yo sentía. Ellos conocían mi historia, sin importar su edad, sin importar quién era el alcohólico en sus vidas, sin importar su origen. No estoy loca. Soy lo suficientemente buena. Necesito cuidarme. Necesito establecer límites. Puedo amar a los alcohólicos en mi vida. No soy el reflejo de los alcohólicos que me rodean ni de nadie más. Amo a las personas en mi vida, o no estarían en mi vida. He aprendido tantas cosas en Al‑Anon que me ayudan en el día a día. Este programa me ha salvado la vida. Estoy muy agradecida por las personas de este grupo y estoy orgullosa de estar aquí.
Mis relaciones con mi familia, amigos, compañeros de trabajo y todos los que conozco son muy distintas y mucho más amables hoy en día. Todavía tengo mucho trabajo por hacer, y es por eso es que aplico el lema «Sigue viniendo». De vez en cuando, vuelvo a mi antigua forma de pensar. La forma en que respondo, cómo tomo las cosas y cuán fuerte soy es muy diferente ahora a lo que era antes de Al‑Anon. Entonces, sigo recordándome a mí misma que soy la única persona a la que puedo cambiar.
Por Beth S., Oregón
The Forum, marzo de 2021
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