Estoy agradecida de que todos somos iguales en Al‑Anon. Soy hispana y cuando era pequeña asistí a una escuela en la cual la mayoría eran blancos. Tenía dificultades adaptándome y haciendo amistades. Recuerdo que me ponían sobrenombres y me acosaban en el aula. También recuerdo que admiraba a una porrista que era muy popular. Yo quería ser ella. Cuando mi familia se mudó desde San Diego hasta Arizona, incluso me cambié el nombre y me puse el suyo: «Marty» en vez de Margo.
También recuerdo haberme enfrentado a unos chicos en la fila del almuerzo porque se burlaban de otro chico con discapacidad. Lo que estaban haciendo no era agradable ni justo. Supongo que el deseo de igualdad siempre ha encendido una llama en mí. En mi familia, nunca me sentía realmente igual a mi hermana. Ella era la de tez clara, la más linda, la más querida, la tranquila y reservada. Yo era la hija curiosa, rebelde y creativa.
Ser aceptada como una igual en Al‑Anon me dio un sentido de calidez, amor y seguridad. Las reuniones de Al‑Anon no se sentían como una competencia ni como si tuviera que demostrar mi valía ante nadie. Podría ser solo yo. Me sentía reconocida, amada y comprendida. Nadie se burlaba de nadie más por no poder leer las palabras correctamente. Nadie era rechazado por no usar la ropa adecuada, por no caminar de la manera correcta o por no llegar a tiempo. Ser aceptada y recibida en Al‑Anon con los brazos abiertos fue un regalo de Dios.
Por Margo R., California
The Forum, diciembre de 2021
Puede reimprimir este artículo en el sitio web de su rama de servicio o en su boletín, junto con la nota de reconocimiento siguiente: Reimpreso con el permiso de The Forum, Al-Anon Family Group Headquarters, Inc., Virginia Beach, Virginia.