Antes de llegar a Al-Anon, la familia de mi esposa me confrontó acerca de algunos de mis comportamientos que no apreciaban. Cuando tenían barbacoas, no les gustaba que yo no bebiera con sus amigos. Me acusaban de ser antisocial y descortés. Me preguntaba qué me pasaba. Mi impresión era que mi esposa y su familia eran bebedores normales, y la persona que tenía un problema de bebida era yo.
Cuando un consejero me mandó a mi primera reunión de Al-Anon, asistí sin saber por qué. El líder de la reunión me dijo que estaba bienvenido y que «Siguiera viniendo» hasta que estuviera seguro si Al-Anon me podía ayudar. Después de asistir a varias reuniones, mi esposa me preguntó qué estaba sucediendo. Me dijo que parecía que me estaba sintiendo mejor —no tan deprimido y solo. Me preguntó dónde estaba yendo por las tardes. Respondí que un consejero me había mandado a las reuniones de Al-Anon, y que yo quería que nuestros hijos comenzaran a asistir a Alateen. No me acuerdo lo que ella dijo, pero en un par de semanas, empezó a asistir a Alcohólicos Anónimos (A.A.).
No tenía idea de que mi esposa tenía un problema con la bebida hasta que me lo dijo. Cuando le comenté que solo la había visto borracha tres o cuatro veces en los 18 años en que estábamos casados, ella contestó que realmente yo nunca la había visto sobria. Dijo que mantenía un nivel constante de alcohol en su torrente sanguíneo en todo momento. Me dijo que cada día para ella era como salir del consultorio de dentista. Podía conducir, hablar y comer, pero no podía sentir nada.
Finalmente, mi esposa enunció la razón verdadera por la cual fue a A.A. Temía perder a sus hijos. Como resultado, se convirtió en miembro de por vida de Alcohólicos Anónimos y ha mantenido una relación muy cercana con todos nuestros hijos. Todas nuestras vidas han mejorado porque un consejero recomendó que asistiera a Al-Anon. Continúo beneficiándome porque tantos miembros me han invitado a que «Siga viniendo». Siempre estaré agradecido.
Por Pat Q., Montana
Al‑Anon se enfrenta al alcoholismo 2020