Cuando llegué al programa por primera vez, mis prioridades estaban orientadas por la enfermedad familiar del alcoholismo y la reciente muerte de mi padre. Después de perder a mi padre por el abuso del alcohol, mi prioridad inmediata era salvar a mi madre, también alcohólica, del mismo destino. Mi prioridad entonces, por encima de todo —por encima del sueño saludable, de la cordura, de mi familia, de mi salud— era evitar que mi madre bebiera y, por consecuencia, muriera.
Vine al programa porque, por más que luchaba, lloraba y suplicaba, mi mamá se negaba a dejar de beber. Me dijo que no podía ni querría, y me sugirió que lo superara. No sabía cómo superarlo. No sabía cómo aceptar que esas eran sus elecciones. Así que encontré una reunión de Al‑Anon y estuve dispuesta a aprender.
Han pasado seis años desde que comencé a asistir a las reuniones. Mi recuperación a veces ha sido rápida, a veces ha estado estancada. Pero lentamente, con el tiempo, la paciencia y la sabiduría del programa y de mis compañeros miembros de Al‑Anon, comencé a comprender que las elecciones de mi madre no eran algo que yo tuviera la capacidad de cambiar.
Empecé a ver que el verdadero cambio que necesitaba estaba dentro de mí: un cambio espiritual. Necesitaba practicar el lema «Suelta las riendas y entrégaselas a Dios» y volver a establecer prioridades, poniendo mi serenidad por encima de todas las cosas. Rápidamente me di cuenta de que mi serenidad era un gran barómetro que medía si estaba tratando de forzar soluciones, controlar a otros o ejercer mi voluntad. Si perdía mi serenidad en algún momento, probablemente era porque una vez más había «recaído» y recurrido a mi antigua forma de pensar: que yo era responsable de las acciones de los demás y que podía cambiarlas si tan solo lo intentaba lo suficiente.
Hoy, mi serenidad es lo primero. Lo que me da serenidad es mi conexión con mi Poder Superior, mi amor por mi familia y trabajar mi programa en todas las cosas que hago. Y el verdadero milagro en mi vida es el hecho de que tenga serenidad en absoluto, a pesar de que mi madre sigue bebiendo y que debo lidiar con las consecuencias de su alcoholismo todos los días. Y todo es gracias a Al‑Anon.
Por Diana M., Ontario
The Forum, diciembre de 2022
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